Poesía cómplice
Tatiana Oroño
Entredichas palabras , séptimo libro de poesía de Melba Guariglia, retoma y reformula sus propuestas poéticas tanto bajo la forma de austera selección antológica como bajo la de instantáneos intertextos y, sobre todo en formas de exploración del espacio verbal que su obra había dejado abiertas. Con clara noción del polo marcado por el título este volumen retoma el juego del decir elíptico, afín a normas de brevedad y ritmo que la caracterizan, vuelve novedosos algunos textos ya publicados , ahora reescritos por contexto, y sobre todo apunta a consolidar un programa de escritura irónico, de estatuto inestable o provisorio. Según éste palabras y voz poética construyen o andamian un territorio de profusos intercambios no sólo estéticos e imaginarios sino también corporales. La producción textual en pantalla de ordenador es uno de sus tópicos: "El sonido de las teclas / porfía cláusulas / sube por los andamios / de la página [...]". O también: "Las huellas de mis dedos / son invisibles / mi silueta es el ápice de una letra". El tópico, la acción de escribir, suele echar mano a las sugerencias que el campo semántico del signo prodiga: "la pausa del paréntesis / desafía la cima / el punto imposible // (juego mi fortuna / de acróbata) // echo las cartas / desde la primera línea / hasta el salto que marca la página / y predice la caída / sin que nada la detenga". Sueño, salto y caída, situaciones arquetípicas para poetas y no poetas, pautan la vida común, todas las vidas. Algo de eso entredice o susurra la elección del paradigma verbal como metáfora continuada de esta escritura de la vida de la escritora que, atenta al sistema de la lengua del cual depende, parece a la vez contradecirlo o desdecirlo, o burlarlo, a cada vuelta de página. Tal como "un dado que se rebela[ra] / en su giro / y revela[ra] otra cara" . Como si la vida de la escritora que se mira en el espejo de la escritura (el libro está dedicado a las palabras: "A ellas, que saben de mí") quisiera dar cuenta de otras posibilidades que el sistema de la lengua, y cualquier otro, niegan.
De ahí la voluntad de poner en tensión significantes y significados haciendo trastabillar con pocos y calculados recursos cualquier lectura demasiado apresurada. Es el caso del poema "Asechanza", vocablo que a primera vista parece una errata, un descuido de corrección, sin serlo. Porque "asechar", dice el diccionario, es "tender trampas a alguien", en tanto que "acechar" es una actividad mucho menos maligna consistente en "observar o aguardar cautelosamente con algún propósito" que puede ser nada menos que, como en un poema de García Lorca ilustrativo de la acepción, el de "defender[se]".
El juego de palabras tiene en el título del volumen un ejemplo destacado. Entredichas palabras induce a quien toma el libro a entreverse leyendo con el oído atento a entretejidos y acaso entretiempos textuales. El participio del verbo entredecir, compuesto por la preposición que indica posición intermedia, más el infinitivo, en función adjetiva, suma posibilidades y resta certezas. Si bien denota palabras dichas a medias, a la vez sugiere posibilidades de lectura múltiples y cinéticas. La escritura se comporta tal como declara el poema "Móvil": "Intento virar el sentido / en el instante mismo de la imagen". Entredichas palabras, para un hablante lector, evoca en simultáneo otras dos posibilidades: entre dichas palabras (aquellas que fueron dichas, aquellas sobre las que fue dicho algo). Pero además, "entredichas", también sufre otras "virazones" interpretativas: "entre dichas" podría designar un intermedio feliz, y a la vez, "entredichas" resultaría por paronomasia el antónimo de "entredichos" (altercados, disputas, malentendidos). Ni qué hablar de los "desdichos" que encontrará el lector, ni del "calvario de escribir / según nadie". Hay una lengua cómplice, una lengua cifrada que "zumb[a] alrededor" como un código de abejas. Quien no escuche su zumbido no entrará a la casa que habita la poesía de Melba Guariglia.